domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 3. Woo

Minji Woo, una hermosa joven procedente de Corea que decidió abandonar su trabajo de profesora para conquistar Europa, vino de visita a la capital hace una semana. Habían pasado dos años desde la última vez que nos vimos, pero el tiempo y la distancia parecía  no habernos afectado en absoluto;  comenzamos a hablar, en el primer segundo después del abrazo de cortesía, en el punto exacto en el que dejamos nuestra última conversación en una fría tarde de septiembre a miles de kilómetros de distancia.

Cuando la camaradería y los codazos entre carcajadas dan paso a extraños acercamientos, ninguna de las dos partes sabe cómo comportarse, aunque ambas, secretamente, deseen dar rienda suelta a sus bajos instintos.  Al cabo de unas horas, cuando la experiencia finalice, las imágenes resultantes pasarán a formar parte de la colección de recuerdos fugaces que van diluyéndose en la memoria hasta convertirse en destellos. Luces que nos ciegan hasta matarnos al recordar cuando todo vire hacia las situaciones más vulgares y monótonas.

Creo que Minji Woo también se dio cuenta de lo delicado de la situación. Pero no hicimos nada más que abrazarnos y desearnos buena suerte el último día, conscientes de que pasarán muchos años antes de volver a vernos, y que los paseos por la Gran Vía, los jardines, los bares... servirán para llenar los huecos que queden entre medias.

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