viernes, 2 de marzo de 2012

Capítulo 5: Lecciones de ambición a hachazos


Mark Zuckerberg
, Mariano Rajoy, Tracey Flick, Tim Murphy, Margo Channing
... En el mundo de la ficción cinematográfica muchos han sido los valientes que se han atrevido a lidiar con personajes irritantes, sabelotodo, pedantes, trepas.... aun sabiendo que la audiencia nunca perdona a alguien que les hace removerse en la butaca. Tipos y tipas a los que les importa tres cojones vender a su propia madre al estrangulador de Boston con tal de ascender un par de niveles en la escala social, que siempre tienen una respuesta a punto para contradecirte, ocultan información y son, en verdad, mucho más peligrosos de los que imaginas...



Quién me iba a decir, con la cantidad de pelis que me he tragado a lo largo de mi vida, que estaría tan poco preparado para afrontar la embestida de algunos sujetos muy parecidos a aquellos que se enumeran en la primera línea. Verdaderos villanos amantes de la lucha entre compañeros para alcanzar una meta (aunque esa meta no exista y sus motivos sean puramente viscerales, derivados de su carácter) y cuyo último objetivo, estoy convencido de ello, es el de cambiar el carácter de uno a algo más convencional, menos optimista y más alerta ante posibles peligros, que sea preciso, constante y oscuro. 

Supongo que una de las grandes desventajas de estar estudiando algo tan limitado y específico, además de la pérdida total de tiempo para follar, sea la competitividad desmedida. La insaciable búsqueda de la cabeza del contrincante para adornar las paredes vacías del salón. La lucha por el poder es  algo de lo que nunca me entero, me es ajeno y puede que me parezca ordinario. Ante un clima hostil y tan  celebrado por instructores y jefes tarados, a uno sólo le quedaría asentir con la cabeza y presentarse en clase disfrazado de Joan Crawford, portando un disco duro en la mano derecha y un machete en la izquierda. Pero no pienso hacerlo, porque les odio y no cedería ante ninguna de sus pretensiones por nada en este mundo, y porque me siento muy transgresor negando la gravedad, la responsabilidad, la tragedia del trabajo...

lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo 4: Oscars 2012: Los olvidados y el rabo de Michael Fassbender

Si bien es cierto que me muero un poco por ver los Oscar en directo todos los años (y más si están presentados por Billy Crystal) he de decir que  los ganadores y los chistes post monólogo inicial me dan una pereza terrible. Lo que me interesa a finales de Febrero desde que tengo uso de razón son los vídeos de las reacciones de los perdedores, y, sobretodo, los films olvidados. Aquellas películas que han sido, en verdad, las auténticas protagonistas del año ya sea en la taquilla o en circuitos más reducidos, y que normalmente han de conformarse con alguna mención menor y palmadas de consuelo cuando acaba la ceremonia. 

Es el caso, doloroso, de verdaderas obras maestras como Drive o Shame, o actuaciones portentosas, como las de Michael Fassbender o Albert Brooks. La primera por violenta, supongo, y la segunda por ser demasiado incisiva en un tema, el sexo, que parece no haber madurado suficiente en la mente de unos académicos que, recuerden, ya negaron el Oscar a aquellos vaqueros maricones que se dedicaban a ver puestas de sol entre polvo y polvo al son de tristes melodías de guitarra. 

Una verdadera lástima, porque me hubiera encantado ver a Glenn Close, inmensa en Las amistades peligrosas, recoger su premio a mejor actriz principal después de tantos años peleando por la estatuilla. Ya sabemos que Meryl es una gran profesional, pero ella ya tiene reconocimiento de sobra y papeles para trabajar los siguiente veinte años. Una gala que a mi juicio ha sido un verdadero coñazo por previsible y que de nuevo ha preferido hacer apuestas que nadie entiende (Tan lejos tan cerca y Los descendientes en la categoría de mejor película en lugar de incluir las dos mencionadas más arriba) que ir un poco más allá para sorpresa del personal.

Para consolarnos, siempre nos quedará el rabo de Fassbender

domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 3. Woo

Minji Woo, una hermosa joven procedente de Corea que decidió abandonar su trabajo de profesora para conquistar Europa, vino de visita a la capital hace una semana. Habían pasado dos años desde la última vez que nos vimos, pero el tiempo y la distancia parecía  no habernos afectado en absoluto;  comenzamos a hablar, en el primer segundo después del abrazo de cortesía, en el punto exacto en el que dejamos nuestra última conversación en una fría tarde de septiembre a miles de kilómetros de distancia.

Cuando la camaradería y los codazos entre carcajadas dan paso a extraños acercamientos, ninguna de las dos partes sabe cómo comportarse, aunque ambas, secretamente, deseen dar rienda suelta a sus bajos instintos.  Al cabo de unas horas, cuando la experiencia finalice, las imágenes resultantes pasarán a formar parte de la colección de recuerdos fugaces que van diluyéndose en la memoria hasta convertirse en destellos. Luces que nos ciegan hasta matarnos al recordar cuando todo vire hacia las situaciones más vulgares y monótonas.

Creo que Minji Woo también se dio cuenta de lo delicado de la situación. Pero no hicimos nada más que abrazarnos y desearnos buena suerte el último día, conscientes de que pasarán muchos años antes de volver a vernos, y que los paseos por la Gran Vía, los jardines, los bares... servirán para llenar los huecos que queden entre medias.

martes, 14 de febrero de 2012

Capítulo 2: San Valentín


San Valentín. Debería ser un día nefasto atendiendo al terrible historial de amantes que cargo a mis espaldas, pero viendo algunas fotos de parejitas homosexuales caminando por el retiro o picando el plano para crear una nueva foto de perfil, me siento bien en mi casa gritándole a un muro. Ya sé que este párrafo es un poco de amargado marica que tiene abiertos el Bakala y el Manhunt y el Chatchueca y es incapaz de lidiar con las ventanillas emergentes que lanzan un montón de tipos con nombre de pollas exóticas leferas, pero en verdad nunca he sentido la imperiosa necesidad de ligar mi vida a otra persona en un plano muy profundo, como sí hacen otros individuos de mi entorno.




Esto, por supuesto, me trae recuerdos. Porque  soy un psicópata emocional, pero he experimentado con algún incauto por si, por razones desconocidas, me estaba perdiendo algo grande. Mi última relación amorosa fue, supongo, todo lo que una persona metida en esos mundos sórdidos puede esperar. Un chico guapo, amable, paciente, capaz de integrarse bien en otros grupos y detallista en extremo.

He tenido pocos noviazgo a lo largo de mi vida. Una mujer, en mis inicios como joven fraudulento y desorientado. Un abogado yonki en Australia, con el que descubrí los placeres de la mala vida y el sexo mezclado con substancias de todo tipo y, finalmente, éste que nos ocupa; una persona corriente en el mejor sentido de la palabra, que aspiraba, no sé si de manera muy ingenua, a hacerme la vida más fácil.

Recuerdo que nos encontrábamos en el parking del McDonalds, dándonos el palo a falta de un sitio mejor en el que sacar a paseo nuestros bajos instintos. Él se apartó un poco, se metió la mano en el bolsillo y, en lugar de sacar lo que yo imaginaba y deseaba, alzó un diminuto paquete envuelto con lazo rojo. En su interior encontré lo que en definitiva esperaba me uniera definitivamente a su persona. Era una declaración de amor sin venir a cuento, desinteresada y hecha a mano.  Millones de imágenes cruzaron mi mente. Algunas de ellas sugeridas por Él, otras imaginadas por mi en un ataque de pánico. Fines de semana de peli y manta, escapadas a pueblos escondidos de España, follar con amor, desayunos uno en frente del otro en una cocina de diseño, tardes de compras, confesiones como la del coche o más obscenas, confianza, tranquilidad. Todo lo que me parecía bien para los demás y a mi me interesaba poco o nada se incluía tácitamente en aquel escenario tan de comedia romántica de los 80.

Y sin decirle nada me bajé del coche y regresé a casa a pie, sin pensar en nada, o pensando en lo difícil que hubiera sido hacer lo mismo, lo correcto, en San Valentín, un día que por el momento paso en mi casa sin complicaciones de ningún tipo y pulso Me Gusta en las fotos de mis amigos que han sabido encontrar, o se han topado a secas, con alguien con quien desfogarse por los siglos de los siglos.

viernes, 10 de febrero de 2012

Capítulo 1: Ocio Marica

España se vuelve un poco loca. Pese a que nosotros gozamos (o solíamos gozar) de un sano y negrísimo sentido del humor, no aceptamos que otros lo celebren si nos utilizan como diana, fustigamos a quienes no se lo merecen y vislumbramos horizontes inciertos en un año que está llamado a convertirse en uno de los más insubstanciales de cuantos se recuerdan. Y no únicamente  porque las cosas estén mal, si no por las barbaridades que nos cuelan mientras tanto.




Con el inicio del nuevo máster he olvidado lo que es tener vida social, o una vida a secas. Salgo menos, follo menos, voy menos al cine... recuerdo con emoción aquellos días en los que volvía de fiesta esquivando a hombres trajeados con expresiones muy tristes en el rostro. Yo también fui uno de ellos hasta que dejé de trabajar para zambullirme de nuevo en el mundo académico, supongo que para evitar caer en las redes de empresas grises con salas de descanso en las que las paredes se caen a cachos y el único sofá disponible para un equipo de más de veinte personas tiene manchas de comida y aspecto de haber sido rescatado de un descampado de las Barranquillas.

Fue en una de las salidas que efectué con motivo de la celebración de mi libertad  y, bueno, el cumpleaños de una amiga, cuando volví a pensar en esto que voy a contaros. Salimos por Móstoles, que, para quién no sepa, es un pueblo pequeño al sur de Madrid lleno de pipas y chicas con cara de prostituta acosada por las desgracias de la vida. Me encantaría tener un blog influyente para lanzar al aire una súplica (para los que me sucedan, que a mi, espero, me queda poco) que fuera debidamente atendida. Móstoles necesita OCIO, y, llevándolo a mi terreno, también OCIO para maricones. Que es muy cansado tener que ir a buscar un polvo a Madrid porque los maricas del sur que encuentras en MANHUNT o BAKALA.ORG te obligan a follar delante de los cuadros de sus respectivas familias y te reciben como si fueras un asesino de niños buscado en medio mundo. 

Los maricones de Móstoles necesitamos discotecas oscuras con apartados que huelan a lefa y a humanidad, que poco a poco vaya sacando de la oscuridad más rancia a otros maricones de la zona y el sexo se viva, de una vez por todas, de una manera más natural. Así que desde aquí, desde este humilde blog, animo a empresarios y a asociaciones LGTB a ponerse manos a la obra y conseguir que esta ciudad de mierda comience a brillar antes que sus hermanas.